martes, 21 de octubre de 2014

Algún día.

Y entiendes que te diste cuenta de muchas cosas, tal vez demasiadas, no sabes, la verdad. Pero de repente te das cuenta de que todo ha cambiado, de que ya nada es igual, de que prácticamente son todo problemas. Te vas a dormir pensando que mañana será otro día y que se te habrá olvidado. Pero de pronto te despiertas y ves que todo sigue igual. Estás agobiado/a, y sabes que posiblemente no hay nadie con quien te puedas desahogar. Nadie te puede ayudar, crees que estás solo/a en este mundo, y cada vez que lo piensas, cada vez que eres realista, cada vez que te das cuenta de la realidad, te pones peor aún. Cada vez se da cuenta más gente, cada vez contienes menos las ganas de llorar. Sientes que la tristeza se apodera de ti, de tu cuerpo. Tienes una depresión dentro de ti que es como si fuera imposible sacarla. Sientes algo raro, no sabes lo que es exactamente, pero sabes que es algo malo. Y lloras, y no paras, no puedes parar; es como si te costase respirar. Intentas parar pero es muy difícil. Luego consigues calmarte y finges. Finges genial. Te preguntan "¿Cómo estás?" y contestas "Bien" con una sonrisa. Y entonces ahí te preguntas: ¿cuántas veces habré contestado "bien" a la pregunta de "¿cómo estás?" estando realmente bien? Sabes que pocas, quizá demasiado pocas. Pero sabes que esto no va a poder seguir así durante mucho tiempo. Sabes que algún día dentro de no mucho; o a lo mejor sí, quién sabe; no podrás aguantar más. Y entonces llorarás delante de todos sin importarte lo más mínimo por el simple hecho de que no te podrás contener. Y todos se darán cuenta de quién eres en realidad. Pero tú sigues con tu vida como si no pasara nada, como si fueras feliz, aunque sepas que cada día queda un día menos para ese "algún día".

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